En estos momentos de difícil tránsito educativo, encontrarse con un grupo de docentes y discentes que se embarquen en una aventura de gran calado cultural, nos obliga a reflexionar sobre las emociones que mueven nuestro entorno curricular en la actualidad.

Un trabajo multidisciplinar llevado desde la motivación y voluntad de un grupo de personas que creen que la educación puede arrancar sentimientos (obviados, hasta ahora, en sus jóvenes vidas) y plasmarlos en un estilo literario desconocido para la gran mayoría de lectores.

Estos breves poemas surgen del asombro del ser primitivo por lo que ocurría en la Naturaleza. Nuestros “protagonistas” (léase alumnos/as) extraen, en ellos, la espiritualidad perdida en nuestra cultura. Su estilo encierra la naturalidad, la sencillez, la sutileza…, llegando a desprender un permanente aroma de libertad.

Para Vicente Haya, «la palabra humana que se transforma en haiku es la expresión de un silencio profundo y ancestral que es previo y posterior a nuestra existencia como criaturas». Pero más allá de esto, los otros “protagonistas” de este viaje (léase, ahora, docentes) intentan trascender este ámbito y se atreven a enseñar el haiku como un camino de vida.

Desde la competencia artística y lingüística, este compendio de pequeñas obras se retroalimenta: es un modo de entrenar el yo, un proceso de despertar los sentidos, la atención, la naturalidad; convertir nuestras vidas en auténticas, pacientes, desprendidas, extintas de vanidad… Y, de nuevo, el yo.